Kenzo le tocó apenitas el pelo: pura seda. En ese instante fue cuando ella dejó caer la manga por completo y el chico –horrorizado– vio que su rostro carecía de cejas, que no tenía pestañas ni ojos, que le faltaban la nariz, la boca, el mentón... Cara lisa. Completamente lisa. Y desde esa especie de gran huevo inexpresivo partieron unos chillidos burlones y –enseguida– una carcajada que parecía que no iba a tener fin. |
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